CENTRO CULTURAL SAN FRANCISCO SOLANO
CENTRO CULTURAL SAN FRANCISCO SOLANO. Estamos en la era trans
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Estamos en la era trans

Gioconda Espina

Profesora titular de la Universidad Central de Venezuela. Estudios de género y psicoanálisis.

11 de febrero de 2023

COMENTADA EN PROLOGO POR OSVALDO BUSCAYA

a)    {Lo que la autora logra es ubicar el modelo de lo transexual de los cuerpos que, como ha denunciado en sus últimos 2 libros Alicia Miyares, se intenta imponer como modelo único de la sexualidad de hombres y mujeres, por el lobby trans-queer apoyado por empresarios con intereses específicos, que no reparan en gastos para contratar en cada país abogados, expertos en farmacología y medicina y, sobre todo, la publicidad y mercadeo del modelo en todos los medios, de ahí la propagación de su propuesta a nivel global y en todos los ámbitos: de las universidades a las RRSS y la TV, pasando por todos los grados de la educación de niños y adolescentes. Cada día sabemos de una madre que se ha quedado de piedra cuando su niño o niña le llega del cole diciéndole “yo creo que soy bi”, la pregunta que se hacen los niños de 6to grado de la popular serie Big Mouth, de Netflix.}

Pues, la civilización transexual ecuménica perversa patriarcal “descansa” totalmente en la derivación de los instintos (frustrados) sin renunciar a la tendencia agresiva y vindicativa sobre la mujer. Una parte de esta tendencia agresiva es aportada a la creación de lo material, ideales, sentimientos haciéndolo cada vez más amplio en el curso del desarrollo “cultural”. El transexual ecuménico perverso patriarcado se apresura, hoy, a sancionar las limitaciones progresivas, como ofrendándolas a las divinidades declarando “sagrado” el provecho aportado a la comunidad, pero sin objetarse su condición de amo sobre la esclava mujer y aquellos del común que no pueden impedir su acción perversa irresoluble, serían considerados “delincuentes”, a menos que su “relevante” posición social o sus “cualidades” sobresalientes les permitan imponerse como “grandes” hombres o incluso “héroes” en que, Cada día sabemos de una madre que se ha quedado de piedra cuando su niño o niña le llega del cole diciéndole “yo creo que soy bi”. Resultaría, que, así como la energía utilizable para la labor “cultural”, se origina en la derivación de la perversión de la excitación sexual, el sometimiento abusivo del objeto – mujer; es la condición y carácter intrínseco de la transexual ecuménica perversa cultura patriarcal.

b)    {El transfeminismo, lo sabemos también en Venezuela, es un pastiche de postulados, desde los butlerianos de género que amplían como sujetos del feminismo no sólo a los hombres que se sienten o perciben como mujeres en cuerpos equivocados, conforme al Principio de Yogyakarta, 2007, sobre el que se han redactado todas las leyes trans (el parlamento español acaba de aprobar la suya este febrero de 2023) sino a todo colectivo violentado por la sociedad, agregando las variables raza y clase.}

Pues, ¿No parecería extraño que una mujer en manos de la “transexualidad”, sepa expresarse con tal vehemencia, sintiendo de tal manera? Es más extraño el proceder de este buen mundo transexual ecuménico perverso patriarcal que supo y sabe sacar provecho hacerle pagar su tributo de sangre y dolor a semejante criatura, y, luego no le ofrece otra recompensa que la “transexualidad”. ¡Oh la caridad de este buen mundo transexual ecuménico perverso patriarcal! El transexual ecuménico perverso patriarcado, con sus “instituciones”, “acuerdos internacionales”, etc., estaría “dedicado” mundialmente a la “transexualidad” ¿Cómo podrá conservarse virtuoso este transexual ecuménico perverso patriarcado milenario, irresoluble y ambiguo sexual? Es decir, no hay razón para creer que ningún grupo de hombres, deseen correr los riesgos de “perder” la “transexualidad” cuando por las mismas condiciones del ambiente rebasa miles y miles de mujeres, adolescentes, niñas, etc. El transexual ecuménico perverso patriarcado, ha encubierto y encubre con sus ataques epidérmicos de virtud, comprobado a través de la historia, donde sus instituciones lo han pregonado creando así, las condiciones de cambios “culturales” de acentuada marginación, exclusión y pobreza.

c)      {Feministas socialistas como Nancy Fraser y Terry Eagleaton, tienen años diciendo que lo peor que ha logrado ese transfeminismo es, creyéndose muy progre, abandonar la lucha política por la conquista de derechos de las mujeres, especialmente las madres trabajadoras más pobres, hasta el punto de coincidir con frecuencia con los financistas que medran con las transiciones de un sexo a otro desde la infancia (legalizadas con las leyes trans). Encima, como hemos visto en los últimos años, este transfeminismo no se corta para atacar, incluso físicamente, a las feministas que luchan por la igualdad, las libertades y la sororidad, si no que le pregunten a Marcela Lagarde (en México) y Alicia Miyares (en España), por nombrar sólo a dos agredidas muy conocidas.}

Pues, “sabiduría” del transexual ecuménico perverso patriarcado desde los orígenes y en la trayectoria evolutiva de su impuesta ética y moral, que debe orientar nuestra mirada en el sentido de preguntarnos cuáles serán los destinos futuros de tal “cultura” y porque avatares habrá aun de pasar al advertir ante todo en la globalización “cultural”, que muy pocas personas serían capaces de una visión total de la actividad humana en sus múltiples modalidades, que tienen como común la sumisión de la mujer, sin valorar exactamente la irresoluble perversión y ambigüedad sexual del varón imponiendo la “transexualidad”. La “cultura” de la transexual ecuménica perversa civilización patriarcal, que habría superado sus condiciones zoológicas y se distingue de la vida de los animales, comprendiendo el saber y el poder conquistado para llegar a dominar las fuerzas de la naturaleza con que satisfacer sus necesidades, regula las relaciones de los varones entre sí en la satisfacción de los instintos para hacer de la mujer un mero objeto sexual. Mujer considerada, por el transexual ecuménico perverso patriarcado, como un enemigo de la civilización; un “símbolo” que preside, así, pues, la “cultura” de la transexual ecuménica perversa civilización patriarcal para “defenderse” contra lo femenino con la “transexualidad” y a esta “defensa” responden todos los mandamientos, organizaciones e instituciones del varón, las cuales tienen por objeto consolidar una sólida vigencia para mantener la culpa original sobre la mujer por la pérdida del paraíso. Las variantes culturales de la transexual ecuménica perversa civilización patriarcal, a través del tiempo, arriban en la globalización a enfoques políticos, desde la izquierda a la derecha con ideologías contradictorias de oriente a occidente en el dominio del varón, privilegiando en todas las épocas, como de nuevo ahora, la alternancia de varones “superiores” en su actuación de “conductores” de las masas y “educadores” de las generaciones futuras, basado en su superioridad sobre lo femenino; orientación definitiva determinada por las tempranas experiencias del varón en imponer la “transexualidad”.

Mi Ciencia de lo femenino, Femeninologia, se halla sólidamente fundada en la observación de los hechos impuestos por la perversa civilización patriarcal, además no hemos de asombrarnos que Femeninologia pretende explicar los fenómenos psíquicos del perverso patriarcado: Una cultura cuya ética y moral hipócrita no admite la equiparación de más del 50% de la humanidad; la mujer. En el varón, los instintos sexuales y su complicada evolución en el establecimiento de las organizaciones pre genital de la libido, determina a lo que puede estar fijado, y a lo que retornará en su adultez. Las fijaciones infantiles de la libido son las que determinan en el varón, inevitablemente, su irresoluble perversión y ambigüedad sexual; la más importante situación conflictual que el niño se ve obligado a resolver donde radica su horror a la castración, que “deriva”, inevitablemente, en su desprecio a la mujer castrada de origen y que el perverso patriarcado impone como la representación más valiosa y socialmente más importante conquista del “poder”, estableciendo la diferencia entre el varón y la mujer ordenando su ética y moral como hipócrita sublimación de los instintos; en su simbología patriarcal ecuménica, religiosa, cultural, gubernativa, etc. Toda la energía del “ello” procede de los instintos y también las “fuerzas” del “yo” poseen igual origen, siendo derivación del “ello” ¿Qué demandan los instintos? Satisfacción. Cuando las aspiraciones instintivas del “ello” no encuentran satisfacción surgen estados intolerables y tales situaciones de satisfacción solo pueden ser constituidas con ayuda del mundo exterior, y entonces entra en funciones la parte del “ello”, vuelta hacia dicho mundo exterior, es decir, el “yo”.

El sentido y la verdad del feminismo, es la derrota del varón; perverso irresoluble y ambiguo sexual

Un travesti no es una mujer

Lo femenino es el camino

Buenos Aires

Argentina

11 de febrero de 2023

Osvaldo V. Buscaya (1939)

Psicoanalítico (Freud)

*Femeninologia

*Ciencia de lo femenino

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Estamos en la era trans

Gioconda Espina

Profesora titular de la Universidad Central de Venezuela. Estudios de género y psicoanálisis.

11 de febrero de 2023

Hasta hace poco lo “in” era declararse postmoderno y citar mucho a los autores claves, como Lyotard.  Pero ahora sus principios han sido fortalecidos e impuestos, con éxito, por el pensamiento que la filósofa Rosa María Rodríguez Magda llama transmoderno, que ha logrado permear todos los discursos y ámbitos. Ahora, no se habla más que de lo “transnacional, transétnico, transfronterizo, transcultural, transgénico, transhumano, transexual… Es la transmisibilidad y la transformación lo que caracteriza a nuestra sociedad (así que son) la transgresión y la trascendencia nuestras únicas esperanzas” (RMRM, 2019. La mujer molesta. Feminismos postgénero y transidentidad sexual. Editorial Ménades, Trincheras. P. 84).

La globalización es transnacional y no sólo lo demuestran las obligadas alianzas políticas de los Estados y el mercado, sino las organizaciones que van desde las adscritas a la ONU y el Banco Mundial hasta las ONG más activas. Las tecnologías de la información y comunicación, TIC, han sido clave para ello.

Trans-humanos

La ciencia no ha escapado de lo trans y, con la alianza de grandes empresas (RMRM menciona a Bayer y a Monsanto) tiene años trabajando en la producción de alimentos transgénicos, la hibridación y la clonación animal. No es de extrañar que por este camino de la investigación biotecnológica se haya derivado a la eugenesia y a una propuesta “entre la ciencia y el delirio: el transhumanismo” (Ibíd.: 86). Quiero agregar en este punto que me parece que el éxito editorial de un autor como Yuval Noah Harari (Cfr. Homo Deus. Breve historia del mañana. Editorial Debate), se basa en que le saca partido máximo a ese futuro transhumano que nos alcanzaría más temprano que tarde, de otro modo no se entendería la multitud de fans que tiene en todos los idiomas, especialmente entre los lectores jóvenes.

Lo que la autora logra es ubicar el modelo de lo transexual de los cuerpos que, como ha denunciado en sus últimos 2 libros Alicia Miyares, se intenta imponer como modelo único de la sexualidad de hombres y mujeres, por el lobby trans-queer apoyado por empresarios con intereses específicos, que no reparan en gastos para contratar en cada país abogados, expertos en farmacología y medicina y, sobre todo, la publicidad y mercadeo del modelo en todos los medios, de ahí la propagación de su propuesta a nivel global y en todos los ámbitos: de las universidades a las RRSS y la TV, pasando por todos los grados de la educación de niños y adolescentes. Cada día sabemos de una madre que se ha quedado de piedra cuando su niño o niña le llega del cole diciéndole “yo creo que soy bi”, la pregunta que se hacen los niños de 6to grado de la popular serie Big Mouth, de Netflix.

Trans-feminismos

Lo que más preocupa, sigue RMRM, es que la demolición de valores modernos como la igualdad (por ejemplo, de las mujeres con los hombres) haya sido sustituido —por el feminismo de la tercera ola, al que no duda en llamar transfeminismo— por el de diversidad, concepto difuso a fuerza de incluir ahí a muchas minorías con diversos grados de discriminación en cada país.

El transfeminismo, lo sabemos también en Venezuela, es un pastiche de postulados, desde los butlerianos de género que amplían como sujetos del feminismo no sólo a los hombres que se sienten o perciben como mujeres en cuerpos equivocados, conforme al Principio de Yogyakarta, 2007, sobre el que se han redactado todas las leyes trans (el parlamento español acaba de aprobar la suya este febrero de 2023) sino a todo colectivo violentado por la sociedad, agregando las variables raza y clase.

También asume el transfeminismo la deconstrucción de la categoría “mujer” de Butler y la crítica, tanto a la heteronormatividad, denunciada por el feminismo lésbico de Monique Wittig y Adrianne Rich y el eurocentrismo confrontado por el feminismo postcolonial. No se jerarquizan las diversas opresiones y más bien se habla de intersecciones y transversalidad, así como de alianza entre los diversos colectivos oprimidos de los cuales — aquí está el detalle que suelen obviar– hacen parte las mujeres sólo por el hecho de ser mujeres.

Por un feminismo trans-género

Feministas socialistas como Nancy Fraser y Terry Eagleaton, tienen años diciendo que lo peor que ha logrado ese transfeminismo es, creyéndose muy progre, abandonar la lucha política por la conquista de derechos de las mujeres, especialmente las madres trabajadoras más pobres, hasta el punto de coincidir con frecuencia con los financistas que medran con las transiciones de un sexo a otro desde la infancia (legalizadas con las leyes trans). Encima, como hemos visto en los últimos años, este transfeminismo no se corta para atacar, incluso físicamente, a las feministas que luchan por la igualdad, las libertades y la sororidad, si no que le pregunten a Marcela Lagarde (en México) y Alicia Miyares (en España), por nombrar sólo a dos agredidas muy conocidas.

    lo peor que ha logrado ese transfeminismo es, creyéndose muy progre, abandonar la lucha política por la conquista de derechos de las mujeres, especialmente las madres trabajadoras más pobres,

Necesitamos, concluye RMRM, un feminismo transgénero que rescate los retos incumplidos de la modernidad, asumiendo la crítica que le ha hecho el pensamiento postmoderno y asumiendo la diversidad, pero sin dejar de priorizar la desigualdad estructural hombre/mujer; un feminismo que no confunda derechos con deseos y que actúe eficazmente en el terreno político.